Lo que pasa en Elixyr, se queda en Elixyr by Rose Gate

Lo que pasa en Elixyr, se queda en Elixyr by Rose Gate

autor:Rose Gate [Gate, Rose]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-31T16:00:00+00:00


* * *

Por fin había llegado al maldito punto de encuentro. Estaba con la cabeza tan alborotada que no recordé hasta el mismísimo domingo que no tenía manera de llegar a Collserola o, más bien, al lugar donde íbamos a realizar la actividad, porque el ferrocarril no te llevaba hasta allí.

Si tuviera que describir mi estado, sería caos y confusión.

Mi mente no dejaba de divagar y mi cuerpo de protestar. Le necesitaba, le extrañaba y, tras conocerle un poco más, ver esa parte tierna y divertida del día de la comida, todo se me hacía muy cuesta arriba. Y, para qué engañarnos, Doris no ayudaba nada, estaba locamente enamorada de Jaime y le sacaba a relucir en cada conversación hasta que yo contraatacaba con Domingo, el poli de sus sueños. Era la única manera de hacerla callar.

Por cierto, fue gracias a Domingo, que me echó un cable, que pude llegar al punto de encuentro, aunque después debería buscar algún compañero que me bajara hasta la parada del ferrocarril y poder coger después el metro para regresar a casa. No iba a hacerle la putada de tener que volver a buscarme.

Fui hasta la enorme pancarta que rezaba Elixyr, que estaba sujeta entre dos árboles, al lado de una casa rosada donde ya se vislumbraba un montón de gente congregada alrededor.

Para ser invierno, no era una tarde excesivamente fría. Para mí mucho mejor, pues no era una sensación que me gustara. Aguantaba muchísimo mejor el calor que el frío.

Disfruté del entorno, admirando el paisaje. Estaba en el embalse de Vallvidrera, nunca había venido antes, así que fui memorizando lo que veía, que era exactamente igual a las imágenes de internet. Era una manía, antes de ir a un sitio me gustaba buscarlo. El embalse era el curso de agua más importante de la sierra de Collserola, recogía las lluvias de cerca de ciento treinta y cinco hectáreas y estaba rodeado de acacias, castaños de indias, olmos, encinas, pinos blancos y robles.

A la primera que divisé fue a Bárbara, que me saludaba entusiasmada junto al resto de las chicas de recepción y Alexei. Mi responsable destacaba por encima de todos los demás debido a su envergadura.

—¡Ven con nosotras, Yanet! —En cuanto me acerqué, todos vinieron a preguntarme cómo me encontraba. La noticia de que había salido disparada de la cinta de correr intentando impedir que el jefe se rompiera la cabeza, corrió como la pólvora—. No sé cómo te atreviste, nena, menudo daño.

—Cuando una quiere ganar puntos… —dijo por lo bajo Raquel, la monitora de piscina que había quedado descartada en la carrera por la dirección.

—Cuando una quiere ganar puntos trabaja y demuestra lo que vale, no intenta meterse bajo la mesa del jefe —le lancé sin piedad, provocando que abriera mucho los ojos y ahogara un grito de protesta—. Lo que hice fue un mal cálculo, si no, no me habría caído y, en ningún caso, fue para ganar nada, pues no sabía que se trataba de Jaime —se me escapó llamarlo por su nombre de pila y Raquel lo aprovechó.



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